miércoles, 16 de junio de 2010

ZONA FRÍA, SESIÓN DOS: CARTEL Y RUMOR

Os dejamos caer el cartel que se ha realizado para el rol en vivo, junto al primero de los pequeños rumores que empiezan a circular sobre "La Batalla de la Sangre":



En algún lugar de un bosque cuyo nombre fue olvidado hace eras, la luna creciente se alza sobre las copas e ilumina con su mortecina luz un panorama dominado por el silencio y la quietud de las sombras, que sólo se ven molestadas por alguna leve brisa o el aleteo y ulular de alguna suerte de ave nocturna.
De repente un grito inhumano quiebra el silencio y decenas de animales salen de sus escondrijos, asustados por el gutural bramido arrojado a la noche.
-Malditos pájaros- dice Pablo Mendoza mientras observa las aves volar desde sus ramas, huyendo por el grito del cautivo que tiene a su lado. –Mi señora, aunque estemos tan alejados, deberíamos ser cuidadosos… La noche alberga criaturas que pueden verse alertadas por nuestras acciones, y los gritos de este pobre desgraciado pueden… Pueden alertarlas- Mientras dirige estas palabras hacia la Baronesa Victoria, saca un pañuelo de su bolsillo y seca el sudor que empieza a perlar su frente, disimulando un temblor.
-Tonterías- Responde la baronesa. –Aquí nadie escuchará a este cerdo redomado mientras grita y se retuerce. Le voy a sacar hasta el último secreto de su desdichada cabeza. Y luego acabaré con su miserable existencia. Así los Aeregio aprenderán a respetarme.- Con un refinado gesto, se lleva la punta de sus dedos a los labios, y saborea la sangre que hay en ellos. Luego, con un pañuelo, se limpia con suavidad.
Casi a sus pies, atado a una silla de pies y manos, yace lo que en otros tiempos debió ser un ser humano, o parecido. Cientos de cortes le han sido practicados por la totalidad de su piel, y sólo se ven sus músculos descarnados. Las uñas, arrancadas de una de sus manos. Y los colmillos, los preciados colmillos, están desparramados sobre una mesa de acero inoxidable junto a unas tenazas, un berbiquí, un bisturí y una sierra, y otras herramientas de dudosa procedencia que parecen evocar una inteligencia perversa.
La baronesa mira con desprecio al cautivo y le propina una bofetada en la mejilla; el cautivo empieza a sangrar de una nueva herida. - ¿Dónde está Bernardo Cuero? ¿Le está ayudando tu señor? Es la última vez que te lo pregunto. Si no me respondes, acabaré contigo.-
Con un tenue hilo de voz, susurra:
-No lo se… No lo se… Pero Trastámara se vengará, y te arrancará los ojos… Te matará…-
La baronesa se inclina levemente sobre él y le mira de cerca a los ojos:
-Puede. Pero eso tu no llegarás a conocerlo. Con tu “colaboración” o sin ella, encontraré a Bernardo. Y le daré lo que se merece.- Vuelve su mirada a su acompañante- Pablo. Devórale. Ya no me sirve.-
Pablo, inquieto, se ajusta el cuello de su camisa:
-Pero baronesa… Yo… ¡Yo no puedo!-
-¡Hazlo! Antes de que me arrepienta…-
Y la luna creciente se alza burlona sobre un bosque olvidado, mientras la quietud y el silencio del bosque se ven interrumpidas por un inhumano grito que quiebra la tranquila y sosegada noche de las sombras…

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