Le oí decir una sola palabra, y todo lo que siguió fue un insoportable calor. Noté como las otras bestias menores se refugiaban como niños en la protección que les ofrecía la oscuridad. En el fondo me reí de ellas, deseando que se abrasaran en las oscuras llamas que Taliesin arrojó sobre el cuerpo de Magnus. No eran dignas siquiera de contemplarnos o admirarnos. Nunca hubiera pensado que aquel al que llamaba hermano tuviera semejante poder y, por primera vez desde que habíamos abandonado juntos el seno de nuestra madre, me inspiró miedo.
Pude ver como Magnus retrocedía de la misma forma que sus hijos ante las llamas, intentando en vano apagar el fuego que destrozaba su inmortal cuerpo, con el poder de su mente, pero noté la presión que Taliesin ejercía sobre su ser, haciéndole totalmente incapaz de apagar una sola vela. Siempre había pensado en el Guardián como un ser tan poderoso e indestructible como los divinos Padres y verle prendido en llamas me provocó una clara sensación de vulnerabilidad.
Me había sorprendido cuando Taliesin había retado a Magnus al que sería el primer Duelo de Sangre, pensando que nunca podría superar los antiguos poderes del hijo de Elsinor, pero mi gemelo siempre había sido un ser prodigioso.
Había pocas cosas capaces de destruir a uno de los nuestros, pero mi hermano conocía todas las existentes. La partida de la Madre le había enfurecido de una manera insospechada y no parecía estar de acuerdo en dejar a Magnus heredar el trono de nuestra madre oscura. En cambio, ¿qué podíamos hacer nosotros contra el pueblo que aclamaba el nombre de Magnus y esos hijos que había engendrado? Si Taliesin mataba al Guardián y se proclamaba rey solo nos quedaría un pueblo abatido por la muerte de su amado príncipe y unos vampiros jóvenes rencorosos y deseosos de nuestra sangre.
La figura de Taliesin era imponente y le contemplé como cuando me miro en un espejo. Conocía a la perfección cada centímetro de su cuerpo, gemelo del mío. Sus fuertes músculos y su rostro afilado le daban un aspecto terrible entre el fuego que había provocado. Llevaba el pelo negro corto, pues jamás hubiese permitido que este se hubiera interpuesto en su visión.
Los gritos del Guardián me llevaron a moverme, poniéndome entre mi hermano y aquel que debía ser rey para conservar la paz. Las grandes llamas se retiraron del cuerpo de Magnus, que cayó pesadamente contra el suelo. Sus hijos salieron a socorrerle. En ese momento contemplé los ojos de mi hermano, verdes y profundos, cargados de una profundo odio. Sabía que él había detenido las llamas por temor a destruirme, pues yo era la única persona en el mundo al cual nunca querría dañar.
- ¿Por qué me detienes, hermano?- me dijo- A mí, que soy más poderoso que cualquiera de los vampiros que pisa Wallachia.
No pude explicarle nada de lo que sentía mi corazón, y sabía que su alma se había cerrado para mí. Fue como si me arrebatasen lo más profundo que siempre había poseído. Me provocó un dolor que nunca iba a ser capaz de superar.
La mirada de Taliesin se volvió lentamente hacia Magnus y contemplé como uno de sus pálidos brazos se transformaba en una serpiente y mordía el cuello del Guardián. Desde ese momento, le apodaron la Serpiente. El profundo veneno de su mordedura entró en Magnus y, por primera vez en nuestra historia, se escuchó su maldición, que tantas veces sería repetida a lo largo de los siglos por los bardos y las leyendas.
- Escúchame, Magnus- comenzó la Serpiente, mientras la mandíbula seguía clavándose profundamente en el cuello del futuro rey. Este se esforzó para zafarse de lo que aparentemente era el brazo de Taliesin, pero fue inútil-. Tú que eres hijo del dios reencarnado. Amado y respetado por los tuyos. Contempla tu trono de cuerpos y llora, pues todos los que se sienten en él, morirán traicionados y sus vidas estarán cargadas de odio y desgracias. La tierra se pudrirá bajo tu reinado y sufrirás al verte traicionado por los tuyos- su terrible risa se extendió por las murallas del Castillo Negro-. Solo yo, que soy más poderoso de lo que puedas sonar, podré retirar este castigo.
Tras esto, el apéndice de serpiente que había surgido de él, volvió a formar su hermoso brazo y contemplé como se marchaba hacia la oscuridad de la noche. Tomó rumbo hacia el norte. Supuse que se dirigía hacia sus dominios en Moldavia. Ni siquiera se dignó a dirigirme una última mirada y lloré por primera vez como vampiro, derramando el único fluido que poseemos: sangre, mientras contemplaba su figura perdiéndose en el horizonte.
- Perseguidlo y matadlo- oí que decía en un murmullo la voz del débil Magnus.
- ¿De verdad piensas que alguno de nosotros puede acabar con él, Magnus?- le dije, indignado y decepcionado de su propia fuerza- ¿No has contemplado lo que su simple mirado ha hecho contigo?
Todas sus débiles creaciones me miraron con odio desde la oscuridad, viendo en mí el mismo rostro que acababa de vencer a su creador. Sabía que querían acabar con mi gemelo, pero su poder les causaba tal terror que no se atreverían ni a abandonar Darkeon en semanas. Yo sabía que Taliesin no había terminado. Mi intervención le había hecho retroceder y perdonar a Magnus, pero eso ya no volvería a pasar. Desde ahora en adelante, me dí cuenta de que solo yo podría detenerlo.
Recuerdos de Arturo, Primero de los Adamante.
1 comentarios:
Relatillo cortesía de Arnath. Un gran momento en la historia de Magnus.
Publicar un comentario